Artículo de opinión de Ricardo Campos: la IA en industrias creativas
Ya no tiene sentido decir que la IA está revolucionando el sector del diseño y de las industrias creativas. Muchas profesiones, tal y como las conocemos, están sufriendo una adaptación muy agresiva.
Tampoco tiene lógica dedicar tiempo a explicar lo que hemos leído en otros blogs, o escuchado en podcasts o reels de Instagram. Las bases del juego ya han sido planteadas, y han sido creadas por unos pocos, pero muy grandes.
La buena noticia es que la facilidad al acceso tecnológico nos permite tomar acción y decisiones con (casi) total independencia. Históricamente, en una situación de cambios tan drásticos, nunca se había tenido esta oportunidad, y tenemos que saber aprovecharla.
La suerte que tenemos los que nos dedicamos a este sector es doble: tenemos talento artístico, y además nos invade el don de la creatividad. Y tenemos un espíritu de sacrificio y de constante aprendizaje que va asociado a cualquier perfil de arte, diseño gráfico, audiovisuales, copy, publicidad, marketing, etcétera.
Si hacemos caso a lo que dicen los gurús en redes, lo que recibimos es un bombardeo de opciones, aplicaciones y miedos. Ya sabemos que el objetivo de estos mensajes son vender, y meter miedo (o sea, vender más aún). Por eso quiero escribir este artículo; para que sepamos avanzar en este escenario con estrategia y control.
Lo primero que quiero compartir es que, según el último informe del MIT titulado “State of AI in Business 2025” el cual analizo con detalle en este artículo de neurona, solo el 5% de las empresas están adaptando correctamente la IA en sus proyectos. O sea, que el 95% no están teniendo éxito.
Esto no es nada nuevo, y es razonable. Todo el mundo está enganchado a ChatGPT o herramientas similares de fácil acceso, e inicialmente útiles; esto se queda en una capa más personal, en un uso más íntimo. El problema es dar continuidad a la implantación de las herramientas de inteligencia artificial, y lograr que realmente sean una parte importante en nuestro día a día, y en el de nuestros colaboradores.
¿Entonces? Lo primero, hay que conocer bien las reglas del juego. Saber que estas aplicaciones se han alimentado de información (palabras, imágenes o incluso sonidos/voces) que se ha subido a Internet durante años, contenido que han catalogado y desfragmentado minuciosamente para crear modelos de aprendizaje. Creados estos modelos, se han ido aplicando reglas (los famosos algoritmos) para volver a generar nuevos resultados inspirados en estas informaciones primigenias.
Actualmente, la mayoría de las aplicaciones IA (ChatGPT, Midjourney, Runway, Gemini, etcétera) ofrecen programas o herramientas con interfaces de una excelente usabilidad, o al menos esto es en lo que compiten. A más funcionalidades, más sencillez en el uso, y mayor rapidez en las respuestas; mejor posicionamiento en la jerarquía de venta de licencias. La calidad del resultado no hay ni que mencionarla, somos profesionales y esta la sabemos detectar de inmediato.
Mucha gente no lo sabe, pero ChatGPT se olvida de las cosas y alucina, pero está programado para que no nos demos cuenta. ¿No debería ser al revés? Podemos meternos en un gran problema.
De lo que casi nadie habla, es de la necesidad de personalización de las aplicaciones de inteligencia artificial. O sea, tener herramientas y modelos adaptados a nuestra forma de trabajar o a nuestro estilo. De hecho, las aplicaciones más populares ahora están compitiendo justamente en eso: en hacernos creer que se adaptan a lo que necesitamos. Ojo, estas empresas viven de cubrir la necesidad de una mayoría, no de unos pocos diseñadores, tipógrafos o artistas multimedia.
Esta es la razón por la que llevamos tiempo apostando por el uso de aplicaciones a medida y, sobre todo, con la creación de modelos más personalizados. Poder entrenar tu modelo visual, o crear tu propio flujo generador de texto, es algo que se debería usar ya en todos los sectores. Lo bueno que tenemos en nuestro “mundo” es que nuestro talento hace que todos estos usos tengan, además, un resultado de otro nivel: el de nuestro nivel.
Por ejemplo, podemos programar un flujo de programación para dar forma a agentes “inteligentes”, y que estos ofrezcan respuestas basándose en una serie de criterios. O imagina, que eres copywriter y quieres entrenar tu estilo de escritura. ¿Lo tengo que hacer con ChatGPT? Yo no lo haría, yo lo “lanzaría” a varios modelos de lenguaje a la vez (a ser posible que sean competencia entre ellos), y de forma más o menos automatizada. El resultado ya lo revisas tú, pero los modelos te han ayudado en una gran parte del proceso de producción y con un conocimiento que nadie tiene (ni los que usan la IA a diario).
Otro ejemplo interesante es el de la imagen estática, o incluso el de la generación de vídeo. En ocasiones puede ser muy útil y socorrido crear elementos visuales utilizando Freepik o Sora, pero en otra muchas situaciones necesitamos que esto sea algo muy artesano, personal y estéticamente único y controlado. En este caso no queda más remedio que acudir a herramientas más avanzadas como Comfyui o Forge.
O, más divertido aún, por fin podemos crear nuestras propias “tools” con código (aunque no sepamos programar, pero sabiendo lo que estamos haciendo). Pequeños elementos interactivos, add-ons para nuestra web, o experimentos más creativos asociados a un proyecto concreto de branding.
Lo sabemos: no tenemos tiempo, hay mucho caos y da mucha pereza empezar. Y sí, hay que estudiar, pero por suerte la curva de aprendizaje es mucho más rápida que cuando se aprendía Photoshop en cursos vendidos en DVD. Ahora, en apenas 3 meses, ya podemos ser capaces de integrar la IA en nuestros procesos.
Ahora, otra frase lapidaria obtenida del informe del MIT que ya he mencionado antes: la IA no está reduciendo puestos de trabajo. Lo que está haciendo es reducir las colaboraciones externas. O sea, que los proveedores tenemos que ser más eficaces, y aportar más valor que nunca para estar en el lado del 50% positivo.
Por supuesto, porque esta es además nuestra profesión, nosotros recomendamos hacerlo de la mano de consultores especializados. Que tengan cualificación en el uso de estas aplicaciones, que entiendan bien su filosofía, sus usos éticos y que además tengan una visión de 360 grados. Con experiencia demostrada, con conocimiento de los departamentos y los roles. Profesionales que nos ayuden a integrar, pero incluso a decir NO a determinadas novedades.
Junto al BCDF estamos trabajando en la siguiente residencia de IAs de texto, donde trabajamos con los LLM (grandes modelos de lenguaje) en la línea que he estado comentando en este artículo. Falta mucho foco, y nosotros lo vamos a dar. Pero además de estas residencias, podemos trabajar proyectos “in house”, personalizados. Estos ayudan a poner en marcha, en un tiempo récord, el uso de las nuevas metodologías y herramientas; hay que entender el funcionamiento de la empresa, pero también lo que preocupa a cada trabajador. Y no nos olvidemos que en diseño, arte y creatividad, hay que asegurarse de que no se pierda nada de calidad en nuestro trabajo.